- Gatos pulgosos, molestar a esta hora - murmuró Alfonso.
No solo los gatos lo mantenían despierto, estaba pernotando en una pensión, y
No estaba acostumbrado a dormir fuera de su casa.
Los gatos seguían en el tejado, lanzando largos maullidos bajo la luna.
Alfonso se levantó molesto y fue hasta la ventana, la abrió de par en par.
La ventana no daba a ningún paisaje, daba a un patio interior lúgubre, triste.
La luna iluminaba lo vacío del patio. Por encima del tejado se veía una porción
De cielo despejado, limpio de nubes. Alfonso notó que los gatos se habían
Callado, cerró la ventana y regresó a la cama.
Se disponía a dormir cuando escuchó un chirrido, eran las viejas bisagras de la
Ventana, alguien las empujaba desde afuera. Alfonso volteó hacia el ruido; en
El marco de la ventana, estaba parado, intentando ingresar a la habitación, un
Ser pequeño, de unos treinta centímetros de alto, de forma humanoide.
Alfonso se levantó de forma brusca, ese movimiento pareció espantar al
Pequeño intruso, brincó hacia el patio y lo atravesó corriendo, luego
Trepó por una pared y llegó hasta el tejado, Alfonso lo miraba estupefacto
Desde la ventana. Cuando aquel ser alcanzó el tejado, lo emboscó un grupo
De gatos, que lo vigilaban desde lo alto. Nuevamente los gatos comenzaron
A pelear contra aquel ser maligno de la noche.
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