Habitaciones, daba unas vueltas y volvía a caminar por el corredor.
Había comprado aquella casa para escribir tranquilo, sin distracciones. Estaba
En el campo, muy lejos de los ruidos de la ciudad, Franco necesitaba inspiración, era
Escritor de cuentos de terror, y creyó que el ambiente lúgubre de aquel lugar le
Vendría bien.
El día estaba por terminar y aún no se le ocurría ni una idea. Franco se paró frente
A una de las tantas ventanas que tenía la inmensa casa; afuera, en las inmediaciones,
Se veía un campo amarillento, mas allá un bosque gris, y por encima de el un cielo
Nublado, cubierto por nubes que se juntaban de forma desordenada. Contra aquel
Paisaje arremetía un viento feroz, que cruzaba silbando por las esquinas y el techo
De la edificación, y las viejas paredes parecían rezongar, y se escuchaban crujidos.
Aquella vista tan desolada que se iba oscureciendo, le inspiró una idea, un
Cuento comenzaba a formarse en su mente.
Encendió la chimenea de la habitación que había elegido como su oficina, prendió
Algunas velas y las ubicó encima de su escritorio, aún no le instalaban la luz
Eléctrica. Se sentó frente a su vieja máquina de escribir y le acomodó una hoja.
Afuera ya era todo noche, el viento seguía enfurecido, el fuego de la chimenea
Chisporroteaba y parecía respirar, las variaciones de las llamas jugaban con las
Sombras, moviéndolas de un lado al otro.
El escritor comenzó a trabajar. El tiempo pasaba en un reloj de péndulo que
Oscilaba en una pared, las hojas se fueron amontonando, el cuento crecía.
Sintió que tenía la vista cansada, apartó las manos del teclado y se las llevó a la
Cara. Permaneció así por un momento, descansando la vista. Cuando iba a retomar
Su trabajo, escuchó una serie de ruidos aterradores que venían desde diferentes
Puntos de la casa. Se escuchaban llantos, gritos que sonaban como mugidos, y
Una mezcla de gruñidos, como si se pelearan dos perros. Luego se escuchó el
Estrépito de puertas que se habrían violentamente, y seguidamente los pasos
Desparejos de una multitud que avanzaba por el corredor, rumbo a la oficina
De Franco.
El escritor tomó las hojas en donde estaba escrito el cuento y corrió hacia la
Chimenea, los pasos ya sonaban cerca de la puerta. Arrojó las hojas al fuego y
Estas se consumieron con rapidez, en ese instante dejaron de sonar los pasos.
Franco se marchó a la mañana. Siguió escribiendo sus relatos en la ciudad, donde
Es mas difícil concentrarse pero es mas seguro escribir, sin que tus cuentos
Cobren vida.
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